Himno de la Barca
En los años 50, el escritor muxiano Gonzalo López Abente compuso el Himno de la Virgen de la Barca, una obra nacida del creciente fervor popular y del auge de la Romería.
Aunque lo escribió en castellano —idioma impuesto en aquella época— sus versos conservan intacta la emoción y devoción del pueblo. Más tarde, la melodía fue añadida por Gerardo Martín Peña, maestro de la Capilla de la Catedral de Salamanca, dotando al himno de la solemnidad que hoy lo convierte en una pieza central del programa religioso.
En su letra no solo se refleja la masiva afluencia de romeros que ya entonces caracterizaba esta fiesta, sino también la leyenda que da sentido a todo: la aparición milagrosa de la Virgen al Apóstol Santiago para animarlo en su misión evangelizadora. Cada año, esta composición vuelve a cobrar vida junto al mar, uniendo pasado y presente en un canto colectivo que emociona a quienes lo escuchan.
Ingentes peñascales
de la costa bravía
en que grabó María
sobre la blanca espuma,
sus huellas al dejar,
la nave prepotente
que surcó desde Oriente
la procelosa mar.
La rosa del milagro
temblando en la ribera
cual tiembla en la quimera
luciente rosicler,
desabrochó sus hojas
de nítida blancura,
surgiendo la figura
de virginal mujer.
Nuestro Señor Santiago
de fatiga rendido,
y a la sombra acogido
del duro peñascal,
está cuando esta Rosa
le sorprende y le anima
a conquistar la cima
de su misión cordial.
De piedra era la barca
en que Nuestra Señora,
envuelta en luz de aurora,
a Mugía arribó.
Y desde aquel entonces
la milagrosa nave
con rumbo lento y grave
oscilando quedó.
Al templo de la Virgen
bendita la Barca
que expande en la comarca
fulgente resplandor,
acuden de parajes
cercanos o remotos
innúmeros devotos
henchidos de fervor.
Cantemos alabanzas
a la Patrona nuestra
que tan patente muestra
nos ha dado de amor
viniendo en carne humana
visitar este suelo
y levantar el celo